Detrás de la ventana sólo queda el misterio del ojo desorbitado. Asomadas a ellas los que se hicieron con un trozo de país que no era el suyo o los que quizá sintieron que lo perdieron: el último reducto de la presión económica y del abandono municipal. Las fronteras se abren como los párpados a la calle que ama a putas y a desdichados. En una calle puedes dar la vuelta al mundo o esperar el desplome definitivo de los balcones sobre las cabezas que sólo miran al suelo. O ser ciego, también.
miércoles, 9 de mayo de 2007
lunes, 7 de mayo de 2007
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